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Channel: Osamu Tezuka – Fancueva

‘Ayako’, Tezuka no se andaba con “chiquitas”

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Acaso más recordado entre los nos muy duchos en el noveno arte por títulos como ‘Astroboy’ o ‘La princesa caballero’, es por su vertiente más adulta y desgarrada que los amantes del cómic sentimos devoción por algunas de las cientos de obras que Osamu Tezuka, el Dios del Manga, publicó a lo largo de su asombrosa trayectoria profesional. Así, si se nos pregunta por los títulos de Tezuka que guardamos como oro en paño en nuestra tebeoteca, sin duda saldrán a relucir obras como ‘Adolf’, ‘Fénix’, ‘MW’ o ‘El libro de los insectos humanos’, por citar los que servidor destacaría como los más sólidos y magistrales ejemplos de las formas en la que el nipón experimentó a placer con los mecanismos internos de la narrativa secuencial hasta el punto de que poder afirmarse acerca de él que, sin su presencia, el tebeo japonés, y por extensión el mundial, no sería el mismo.

Ahora bien, dado lo vasto de su producción, sería una falacia aseverar categóricamente que todo lo salido del lápiz del artista es indispensable cuando hay mucho, muchísimo, en esas más de 700 cabeceras que se aleja de dicho talante y se acomoda en un carácter prescindible variable que, en última instancia, dependerá del lector. En mi caso, y como creo haber comentado en más de una ocasión, haber leído en su momento de forma masiva todo cuanto caía en mis manos de Tezuka provocó una suerte de reacción de aversión que, por hartazgo, me impidió durante cierto tiempo acercarme a algunas de las ediciones en castellano que han aparecido en los últimos tiempos.

Ya algo recuperado del hastío, el grueso volumen que Random House dedicaba a ‘Dororo’ el pasado 2016 supuso una nueva toma de contacto con el artista que ahora queda afianzada con los dos volúmenes en los que Planeta Cómic ha recogido las algo más de 700 páginas que conforman ‘Ayako’. Y si no os salen las cuentas sumando las más de novecientas que conforman los dos volúmenes, es normal, el segundo de los que hoy nos ocupa también recoge una historia “corta” de talante fantástico y unas 200 páginas de extensión llamada ‘Melodía de acero’ que, después del impacto que comporta la principal, no pasa de lo meramente anecdótico.

Una cualidad ésta, la de anecdótica, de la que huye rauda la turbulenta historia con tintes de tragedia griega que Tezuka construye con ‘Ayako’. No en vano, es el propio autor en el epílogo que acompaña al cierre de la misma, el que confiesa que, truncada —más de 700 páginas y truncada, así era el Kamisama No Manga— por causas de fuerza mayor, su intención para con este título era haber construido el equivalente nipón de ‘Los hermanos Karamazov’ de Dostoievski. Ahí es nada. Y lo cierto es que, tanto en profusión de personajes, como en lo truculento de las situaciones que describe o lo perturbador de todo lo que rodea a esa protagonista que, fruto de una relación tormentosa entre el patriarca de una familia y su nuera, vivirá gran parte de su existencia encerrada en un almacén, ‘Ayako’ mira con intensidad a la obra de literato ruso.

El análisis de la condición humana que Tezuka realiza apoyándose en la inocencia del personaje femenino que da título al manga en contraste con la perfidia y maldad extrema de muchos de los que la rodean es sólo la punta del iceberg de un recorrido que lleva al autor desde las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial hasta comienzos de la década de los setenta, utilizando el artista como hilo conductor de la narración, al margen de la inocente joven, a su tío, un soldado japonés captado por los servicios de inteligencia estadounidenses que terminará convirtiéndose en un ser sin escrúpulos obsesionado con su sobrina.

Y si bien es cierto que el tono desabrido y exagerado que impregna toda la lectura es excesivo en muchos instantes y puede resultar demasiado falso para nuestra cínica mirada contemporánea, donde ‘Ayako’ no defrauda es en el recital visual que comporta de principio a fin. No entraré en detalles del rosario de soluciones de las que Tezuka echa mano a lo largo de las muchas páginas que conforman la historia —aunque hay un puñado en particular hacia la mitad del segundo volumen que me parecieron singularmente soberbias—, y baste con afirmar que, publicada en un momento en el que al maestro ya no le quedaba nada por demostrar, ‘Ayako’ es la prueba palpable de que a un genio siempre le queda un último as en la manga con el que dejar atónito a su público.

Ayako

  • Autores: Osamu Tezuka
  • Editorial: Planeta Cómic
  • Encuadernación: 2 volúmenes Cartoné
  • Páginas: 464/456 páginas
  • Precio: 26,60 euros c/u en Amazon aquí y aquí Amazon

‘Black Jack’, un bisturí de leyenda

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En un año en el que se cumplen nueve décadas del nacimiento del Kamisama no manga —el Dios del Manga—, Planeta Cómic ha decidido tirar la casa por la ventana y, recuperando trabajos suyos previamente publicados por la desaparecida versión española de Glénat, ofrecer de nuevo a los lectores de nuestra piel de toro la posibilidad de asomarse al puñado de títulos que sirvieron —si no en su totalidad, si en buena parte— para cimentar la leyenda del noveno arte que ha sido, es y siempre será Osamu Tezuka. Y, al hacerlo, al retomar aquellos mangas que son seminales en la trayectoria de Tezuka, la editorial ha apostado por un formato de esos a los que resulta completamente imposible resistirse si, como servidor, eres un recalcitrante coleccionista y los volúmenes en tapa dura conforman un 80% de tu tebeoteca, no teniendo reparos en tener que volver a adquirir material que ya tenías con tal de poder poseerlo en forma más duradera.

Empezando la apuesta por el grueso volumen que pudimos ver en el Salón del Cómic, y que recogía la tetralogía inicial del artista nipón —la formada por ‘Metrópolis’, ‘La Isla del Tesoro’, ‘Lost World’ y ‘Netx World’— fue objeto de salida también en el mismo evento tebeístico el primer tomo de los ocho en los que la editorial recopilará la totalidad de ‘Black Jack’, cabecera legendaria donde las haya que, si bien por debajo de aquellos títulos que siempre se citan como cúspides de la producción del maestro japonés —ya sabéis, ‘Fénix’ y ‘Adolf’— se encuentra entre las posiciones más altas y representativas de la forma de entender el arte secuencial que Tezuka cosechó a lo largo de los cuarenta y tres años que estuvo en activo y a través de las más de 150.000 páginas que dibujó en vida.

Girando en torno a la figura de un misterioso mago del bisturí que consigue lo imposible sobre la mesa de operaciones y que trabaja sólo por dinero como una suerte de mercenario de la medicina que aparece y desaparece de las formas más inesperadas, ‘Black Jack’ es, como decíamos, un glosario preciso, un catálogo asombroso de todas las pequeñas idiosincrasias que hicieron grande a Tezuka: construida a base de pequeños capítulos de unas veinte páginas de media que no tienen más relación entre ellos que la aparición del enigmático protagonista —al que se unirá después la presencia más o menos constante de Pinoko, una pequeña irritante y llena de carisma—, ‘Black Jack’ va tocando de uno en uno todos los palos que hoy asociamos al mangaka, desde la aparición de constantes como Bigotón o los muchos trasuntos de Astroboy a la manera en que el autor maridaba gravitas y caricatura en una misma página sin que el resultado se sintiera extraño o forzado.

Entre medio, y dado el cimiento base en el que se sustenta el espíritu de la serie, la variedad de temáticas, de historias que analizan la especie humana desde muy diversos ángulos —algunos, vistos bajo cierta estrechez de miras contemporánea, resultan de una incorrección política abrumadora— conforma, a lo largo de las más de 1.200 páginas de estos dos primeros volúmenes, y de las casi 5.000 sobre las que se extiende ‘Black Jack’, un manga que trasciende filias y que se alza indiscutible como hito del cómic del país del sol naciente o, por extensión, de la historia del noveno arte en general. Una lectura obligada para todo amante del arte secuencial que, por fin, podemos disfrutar en una edición a la altura de las circunstancias.

Black Jack vols.1 & 2

  • Autores: Osamu Tezuka
  • Editorial: Planeta Cómic
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 632/600 páginas
  • Precio: 23,75 euros c/u en Amazon y Amazon

‘La princesa caballero’, Tezuka que mira a Disney

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Corría el mes de junio de 2008 cuando, un día como otro cualquiera, hablando con mi compañero Mario por teléfono, le planteé la posibilidad de montar un blog en el que escribiéramos sobre esa ferviente pasión compartida que eran los tebeos. Entusiasmados con la idea de poder verter sobre el papel virtual aquello que pensábamos de todo lo que pasaba por nuestras manos, que no era poco, ambos paríamos con ilusión ‘Lecturas reCOMICdadas’, un espacio que se mantuvo “abierto” durante poco más de dos años y en el que llegamos a hablar de casi setecientos cómics diferentes, no sólo Mario y servidor, sino algún insensato más que se sumó a la aventura.

Abandonado por lo gravoso de tener que escribir de manera simultánea para el blog y para el difunto ‘El Correo de Andalucía’ —periódico del que fui redactor durante tres años—, nuestro antigua “criatura” sirve hoy para rescatar las líneas que le dediqué, hace casi una década, a ‘La princesa caballero’, unas líneas que pensaba habrían quedado obsoletas pero que, curiosamente, ante la relectura del volumen integral publicado por Planeta, siguen guardando completa vigencia. Corregidas levemente para la ocasión, con ellas os dejo.

“Choppy y la Princesa son buenos amigos. Choppy la defiende de sus enemigos”.

Si hace veinte años me hubieran dicho que iba a terminar escribiendo una reseña sobre una de las series de “dibujitos” más ñoñas de la época, me habría reído en la cara de quien afirmara aquello. Amante irredento de todo lo que signifique animación, incluso en aquellos años tenía mis límites y la serie sobre una princesa con dos corazones me superaba con mucho —y os lo dice alguien que vio ‘Candy, Candy’ enterita….y lloró a moco tendido con la muerte de Anthony…no, en serio—.

Saltemos eso, unos veinte años, y situémonos en una visita a casa de mi amigo Paco en Madrid. Sin saber que en los últimos tiempos le había dado por coleccionar cómics, y más concretamente, la obra de Tezuka, me sorprendió encontrar en sus estanterías ‘La Princesa Caballero’. Pero claro, cómo iba a saber yo, poco ducho en la obra del Kamisama No Manga, que las aventuras de Zafiro y Tink —pues así se llaman los personajes originales— eran creación suya.

El caso es que unos meses después, y tras las lecturas poco gratificantes de sus primeras obras, decidí que, qué demonios, le daría una opción a ‘La Princesa Caballero’. Y lo cierto es que, sin esperar demasiado —casi nada, me aventuraría a decir— la lectura de este “proto-shojo” me ha sorprendido gratamente. A ver, que nadie se lleve a engaño. En esencia, ‘La Princesa Caballero’ no es más adulta que las obras previas de Tezuka. De hecho, ser el primer shojo lo aleja del gusto por la ciencia ficción demostrado por ‘Metrópolis’ o ‘Next World’ y, por lo tanto, de mis filias. ¿Porqué me ha gustado entonces?, estarán preguntándose.

A decir verdad, no tengo la menor idea. Quizás sea porque, de todo lo que hemos comentado hasta ahora, ‘La Princesa Caballero’ sea la que más deje notar las sempiternas influencias “disneyanas” —sobre todo de ‘Blancanieves’ y ‘Cenicienta’—. Pero quizás también porque subyacen otras influencias más sutiles como la obra de Shakespeare, la versión de los hermanos Grimm del cuento popular La Bella Durmiente, el ballet del Lago de los Cisnes del gran Tchaikovsky, o el espíritu de los relatos de caballería o piratería tan comunes en la literatura de aventuras. Aunque parezca imposible, Tezuka incluye dosis de todas ellas —y algunas más— en el relato de las aventuras y desventuras —más estas últimas— de Zafiro mientras intenta encontrar su gran amor y definirse por uno de los dos sexos que habitan en ella.

Si argumentalmente esta es la obra más Disney de Tezuka hasta la fecha, la parte gráfica no se queda atrás, por más que el artista innove sobre el tejido del manga con la introducción de los fondos floridos o los enormes ojos de los protagonistas —algo que terminará siendo marca de registro de los shojo—: desde el diseño de Tink, sacado directamente de los querubines de la Pastoral de ‘Fantasía’, hasta el de la bruja Hell, la pérfida villana de la trama, la notable influencia de los estudios de animación es tremendamente obvia.

Aunque cuente con casi setecientas páginas para su tranquilo desarrollo, lo atribulado de todo el final hace pensar que quizás Tezuka no tuviera clara la conclusión de su obra —cogida con alfileres— hasta poco antes de terminarla. Esto no quita para que en la inmensa mayoría de su recorrido no podamos disfrutar de una obra pionera en su género que, ante todo, es tremendamente entretenida.

La tumba de los Champignac

  • Autores: Fabrice Tarrin & Yann
  • Editorial: Dibbuks
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 64 páginas
  • Precio: 15,20 euros en Amazon

‘Astroboy vol.1’, paradigma del universo Tezuka

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Hay un robot con propulsores a chorro que puede volar como un cohete. Que domina 60 idiomas y que puede sentir si una persona es buena o mala. Un robot cuyo oído es mil veces más fino que el humano y cuyos ojos se convierten en potentes focos. ¡Que tiene letales metralletas y 100.000 caballos de potencia!…Su nombre: ¡El poderoso Astroboy!

Contando, como pasaba también con ‘Black Jack’ o ‘La Princesa Caballero’, con una edición previa en tomos formato manga por parte de Glénat, he de confesar que de lo que Planeta Cómic había anunciado en estos nuevos integrales que celebran el 90 aniversario del nacimiento de Osamu Tezuka, este primer volumen de ‘Astroboy’ era el que más ilusión me hacía por una sencilla razón —que en realidad son dos—: iba a ser la primera vez que le hincaría el diente a la legendaria serie protagonizada por el robot en forma de niño y, por extensión, supondría por fin leerme ‘El mejor robot sobre la faz de la Tierra’, la historia que serviría de base a mi admirada ‘Pluto’, el homenaje-revisión que Naoki Urasawa hacía hace unos años de un relato que, él mismo admitía, fue claro responsable de que se dedicara a dibujar manga.

Que uno de mis cuatro mangakas favoritos —los otros tres, ya lo he dicho en más de una ocasión, son Toriyama, Otomo y Taniguchi— depositara parte de la responsabilidad de su “ser dibujante” en la mencionada historia era ya motivo más que suficiente para abordar con cierta expectación un tebeo del que, por referencias, tenía ya ciertas ideas preconcebidas acerca de su talante infantil. Pero cuál no ha sido mi sorpresa, no al poder confirmar dicha personalidad —a fin de cuentas, a Tezuka todavía le quedaba camino que recorrer hasta llegar a su etapa más madura y sesuda— sino al atisbar en las muchas páginas de este grueso volumen ciertos apuntes de marcada personalidad reflexiva que se aleja del tono general de aventuras para pasar el rato y sirven de muy prematuro avance de lo que el Kamisama No Manga llegará a desarrollar años más tarde.

Eso sí, inmersos como están en un entramado lleno de batallas a titánicos golpes con robots de todos los tipos y tamaños y tramas que avanzan echando mano de recursos que se mueven entre lo tramposillo y lo enrevesado, es muy fácil pasar por alto esa cualidad de discreta avanzadilla de lo que Tezuka sería capaz de dar de sí en lo que a guión se refiere, porque desde un punto de vista gráfico, lo que aquí vemos está ya a un nivel asombroso, plagado de recursos narrativos de primer nivel que, como siempre que uno se acerca a cualquier título suyo, desvelan la categórica relevancia y vigencia que la obra del nipón lleva teniendo desde hace décadas.

En lo que respecta a ‘El mejor robot sobre la faz de la Tierra’, resulta curioso comparar las casi doscientas páginas que Tezuka dedica a narrar esta historia en la que una invencible máquina va dando precisa cuenta de los mejores robots del planeta, con los ocho volúmenes en los que Urasawa, con su habitual forma de construir misterios y plantear sus relatos, reinventa la relativa inocencia y sencillez que aquí reside para obtener algo mucho más adulto y complejo. Me quedo, no cabe duda, con la revisión que hace el autor de ’20th Century Boys’, pero valoro, junto al resto de relatos que conforman este primer integral, la incuestionable grandeza de unas páginas por las que el tiempo casi no ha pasado.

Astroboy vol.1

  • Autores: Osamu Tezuka
  • Editorial: Planeta Cómic
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 624 páginas
  • Precio: 23,75 euros en Amazon

‘Biblioteca Osamu Tezuka: Cráter’, el relato corto se hace gigante

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Parece que Planeta Comic no iba de farol cuando se propuso hace ya algún tiempo iniciar la Biblioteca Osamu Tezuka, una línea editorial destinada a recoger todo lo que se pueda (los derechos de algunas obras están en manos de otras editoriales) de la interminable bibliografía firmada por el dios del manga. No crean que mis palabras son exageradas, ni las referidas a la extensión de su obra (más de 700 mangas a lo largo de 150.000 páginas), ni aquellas que definen el estatus que alcanzó con su trabajo (su técnica a la hora de elaborar historias sigue siendo usada por muchos autores actuales que ven en la figura del de Osaka un ejemplo a seguir en todos los sentidos). La última referencia con la que nos vamos a poder deleitar se trata de una compilación de relatos cortos (dieciocho para ser exactos) y que, hasta la aparición de la presente edición, se encontraba inédita en nuestro país. ‘Cráter’ se convierte en un compendio de más de quinientas páginas en las que tiene cabida el drama, el terror, la ciencia ficción o el misterio.

Ya saben, al haber una disparidad de géneros y temáticas tan rica, el gusto por esta obra también será igualmente variable. Eso sí, aunque haya cuentos que prefiramos a otros, la calidad que Tezuka exhibe en cada una de las páginas del volumen está bastante por encima de la que podría ofrecer cualquier otro mangaka. Unas narraciones que vieron la luz a finales de los años sesenta/ principios de los setenta, de tono más bien oscuro y adulto, con desenlaces descaradamente trágicos que, en ocasiones, alardean de un carácter malicioso dejándonos unos instantes pensando si estamos ante el mismo autor que firmó “La Princesa Caballero”. Y sí, tal y como habrá pensado más de un seguidor del señor Osamu, todo esto recuerda a otra colección como es “MW” que, salvando las distancias, expele un aroma muy similar a este “Cráter”. Vamos, que entre tanta fantasía y momentos de susto también vamos a poder removernos por dentro gracias a la crítica social que impregna algunos de estos relatos. ¿Ven? Lo del dios del manga no es nada gratuito.

Una sociedad que aún tenía en el recuerdo las devastadoras consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y todo lo relacionado con el poder (destructivo) que escondía la energía atómica. Con el país aún recuperándose económicamente, no van a faltar las protestas en contra de los tratados firmados con Estados Unidos o por la guerra de Vietnam. Difícil labor la de Tezuka que intenta imprimir cierta comicidad entre tanta seriedad y momentos desoladores, es inevitable notar cierto retrogusto pesimista al digerir muchos de estos cuentos. ¡Maldito ser humano! ¿La fórmula utilizada por el maestro? Pues hace uso de un nexo común en forma de personaje recurrente, Okuchin, y a partir de ahí añade invasiones alienígenas, viajes en el tiempo, excursiones al espacio exterior y un largo etcétera para disfrute del lector. Entre los dieciocho cuentos también hay lugar para guiones de corte algo más realista como en “Serpiente Bicéfala” donde nos vamos a encontrar una trama de organizaciones criminales y supremacistas raciales. O “Caza Derribado” en el que un piloto es dado por muerto de manera errónea para fastidio de sus superiores. Todos ellos ilustrados con el particular estilo de Tezuka, un delicioso trazo de línea clara que dibujará personajes fácilmente reconocibles por el aficionado y dejando claro su dominio de la narrativa con el uso de mil y una técnicas del lenguaje gráfico aplicadas al relato corto. Parece fácil pero no lo es, solo los más grandes hacen que parezca sencillo y el padre de Astro Boy lo es, y mucho. Además, las características de este volumen lo convierten en una opción perfecta como obra introductoria al trabajo del autor. Todo son ventajas.

[Grade — 9.00]

Cráter

  • Autores: Osamu Tezuka
  • Editorial: Planeta Comic
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 560 páginas
  • Precio: 30.00 euros

‘Grand Dolls’, visionaria

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Abusado el término por tanto «artistazo» con limitado talento que, por haber dado una campanada, se arropan en seguida del calificativo «visionario» para así adoptar una impostada relevancia que, normalmente, suele terminar cayéndose por su propio y liviano peso, no creo que usar dicho epíteto para referirnos al Kamisama No Manga sea ni atrevido ni muchísimo menos azaroso. A fin de cuentas, la vastísima producción de Osamu Tezuka, su innovadora, atrevida y ecléctica mirada hacia el mundo del arte secuencial nipón y las muchas e incontables obras que produjo a lo largo de su dilatada trayectoria, corroborando una y otra vez que su talento para hilvanar historias era, como poco, preternatural. Algo que resulta obvio si uno se asoma a los títulos más granados de su tebeografía —’Fénix‘, ‘Adolf‘, ‘Astro Boy‘…— pero que deviene en una admiración aún mayor cuando nos topamos con obras inéditas como esta ‘Grand Dolls‘ y hayamos en ella motivos renovados para seguir profesando nuestra confesión hacia un «Dios» que, entre otros muchos milagros, y como muchas otras veces, bajo la máscara de la sencillez, la casualidad y la gracieta simplona, no podía evitar ser un auténtico anticipador de realidades futuras.

A ver, aclaremos, no es que la premisa de partida que aquí nos plantea Tezuka, y que pasa por el hallazgo de unos extraños muñecos que, al ser tocados con una varita especial, toman forma humana y forman parte de un plan de una inteligencia extraterrestre para controlar a nuestro mundo, haya llegado a hacerse realidad. No. No van por ahí los tiros. Hay que bucear bajo la pátina de ciencia-ficción que envuelve a ‘Grand Dolls’ para encontrar, subyacente a ella, una honda reflexión por parte del maestro acerca de mensajes como la indoblegable e indomable condición humana y, en esos términos de anticipación que comentábamos antes, acerca de formas de control que, en cierto sentido, se parecen demasiado a lo que hoy por hoy vivimos de mano de esa forma última de medio de comunicación de masas que son las redes sociales.

Narrado con su habitual y más que característico estilo, ese que llevó a tales cotas de perfección que, por ende, resultaba de todo punto inimitable —y, cuando era imitado, se notaba a la legua—, la afabilidad del trazo de Tezuka, lo «blandito» del diseño de sus personajes y esa personalidad animada que siempre desprendían sus planchas choca aquí, como lo hace en tantos y tantos puntos de su tebeografía, con las anguladas y puntiagudas esquinas del alma humana. Y en ese choque, siempre cargado de una ambivalencia considerable que se movía entre inocencia y conocimiento, es donde ‘Grand Dolls’ consigue, como otras tantas obras del nipón, conquistarnos de principio a fin. Todo un logro que continua hablando, tras tantas miles y miles de páginas, del alcance de un genio inalcanzable, de la maestría de un maestro que todo lo pudo y de lo inmortal de un genio que, aún con obras «menores» como esta, tocaba cotas sólo reservadas a unos pocos elegidos.

Grand Dolls

  • Autores: Osamu Tezuka
  • Editorial: Planeta Cómic
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 240 páginas
  • Precio:15,95 euros

‘Big X’, la contundencia del maestro

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No creo haber leído nada al respecto por ahí pero resulta que este 2021 ha visto cumplir veinte años desde que Planeta publicara, allá por 2001, la primera edición de ‘Adolf’ y, con ella, nos permitiera a los aficionados a asomarnos, por vez primera, a un manga de Osamu Tezuka: mucho habíamos oído hablar del kamisama no manga en la casi-década que había transcurrido desde que la propia editorial diera el pistoletazo de salida al desembarco del cómic del país del sol naciente nueve años antes con la publicación de ‘Dragonball‘, pero habíamos tenido que esperar pacientes hasta que pudo hacerse con los derechos de títulos legendarios como la citada ‘Adolf’, ‘Buda‘ o la que popularmente es tachada como la obra maestra del artista, su ‘Fénix‘. Poco después de eso, la versión española Glénat adelantaría por la izquierda a Planeta y comenzaría a publicar otros de los pesos pesados de la inmensa producción de Tezuka, dando la oportunidad de poder acercarnos a nombres que, como ‘Astroboy‘, ‘Black Jack’, ‘La princesa caballero‘ o ‘Metrópolis’, ya era más que familiares.

Entre quince y veinte años, como decimos, han pasado desde aquellos primeros instantes de Tezuka en nuestro país; un tiempo que, lejos de haber mitigado el interés por el artista, no ha hecho sino ver reforzado el mismo por la enorme labor de rescate de todo lo que tenga su firma que Planeta a la vanguardia ha ido compartiendo con otros sellos como Astiberri, ECC Ediciones o Norma. Pero es sin duda aquella que nos lo trajo por primera vez la que acumula más y más planchas del maestro, sobre todo atendiendo a tomos como ‘Big X‘ que, con sus casi mil páginas, es, creo, el más grueso que ha tenido el nombre del mangaka en portada.

El caso es que, como ya comenté hace un lustro en la reseña de ‘Dororo‘, haber hincado el diente a TODO lo que de Tezuka ha ido apareciendo en las dos últimas décadas, había conseguido entonces, y se sigue manteniendo hoy, empacharme. Y, cuidado, que eso no es indicativo, ni mucho menos, de un defecto de forma en las maneras del artista sino más bien el que, dando unos pasos hacia atrás, y contemplando el grueso de lo ya leído, se hacen demasiado evidentes y chillones los tropos más repetitivos de su producción, esos que aparecen de manera casi constante en cada título y que, más allá de ser marca incuestionable, agotan en su reiteración. ‘Big X’ como podréis imaginar, no es una excepción, y en este relato en el que el artista se atreve con el mundo de los superhéroes, podemos apreciar desde su siempre presente antibelicismo hasta, por supuesto, todos los arquetipos de personajes que cabe encontrar, una y otra vez, en su fértil producción.

Bien es cierto que, dejando éstos de lado, ‘Big X’ es una lectura bastante disfrutable, ya por las virguerías visuales que Tezuka plantea en sus páginas, ya por lo desenfadado y alocado del planteamiento de cómo se van desarrollando los poderes de Akira, el niño protagonista. Así, verlo calzarse en cada mano un tanque y disparar como si fuera un pistolero, o volar apoyándose en dos aviones, nos saca una sonrisa que, unida a la que el clásico humor del artista siempre es capaz de provocar, termina superando algunas, que no todas, de las trabas que encuentra un relato que no se cuenta entre sus mejores ideas. Funcionando aquí y allá a golpe de «porque sí» —eso a lo que siempre se alude como deus ex machina— ‘Big X’ es, a la postre, un entretenimiento más o menos olvidable que no hace sino reforzar la impresión personal de que, fuera de su santísima trinidad —esa de la que hablábamos en el primer párrafo— la obra de Tezuka es para los MUY «tezukianos».

Big X

  • Autores: Osamu Tezuka
  • Editorial: Planeta Cómic
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 944 páginas
  • Precio: 45 euros

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‘Prime Rose’, más páginas de un genio

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Si hay algo que puede afirmarse sobre Osamu Tezuka sin tener ni la más remota idea de su papel en la historia del noveno arte y tan sólo por la mera observación de una tebeoteca que albergue todos los volúmenes que Planeta Cómic ha ido publicando para completar su inagotable obra, es que el mangaka no hacía las cosas a medias: comparados con cualquier título estadounidense al uso, que puede contar una historia completa en 6-12 grapas, las 140-280 páginas que dichos relatos comportan son una minucia despreciable de la que hasta el más escuálido de los «mamotretos» que conforman la tebeografía del Dios del Manga, se ríe sin despeinarse. Con sus muy contundentes 888 páginas, es completamente innecesario afirmar que el ‘Prime Rose’ que hoy os traemos queda lejos de formar parte de la vertiente «delgada» de la biblioteca Osamu Tezuka y entronca, precisamente, con esos volúmenes que sentencian, con categoría suma, el grado de implicación del artista nipón con sus historias a la par que dejan en el aire una eterna pregunta, la que uno siempre se hace cuando coge uno de los títulos de Tezuka entre las manos y para la que siempre encuentra respuesta, algo ambigua, todo hay que decirlo, toda vez ha finalizado la lectura: ¿en serio son necesarias casi 900 páginas para desarrollar una historia?

La ambigüedad a la que hacemos referencia reside en el hecho de que la respuesta nunca puede ser categórica por cuanto, no sólo reside en el ojo del que mira—menuda obviedad— sino que, si hacemos una enorme abstracción que nos coloque en una posición de objetividad —cosa harto complicada— y nos basamos para ello en argumentos que sean completamente ajenos a nuestras filias, podría afirmarse que, dependiendo de lo que se quiera contar, SÍ son necesarias o NO son necesarias. Es más, en el caso del manga, en términos generales, es más que probable que la respuesta sea siempre NO por la muy notable inclinación que el tebeo nipón tiene a la descompresión narrativa. Una cualidad que, con sus más y sus menos, cabe encontrar a lo largo y ancho de la producción de Tezuka y que, claro está, incide de pleno en esta ‘Prime Rose’; una lectura que, como casi todo lo que le hemos leído al maestro, mezcla sin ningún tipo de rubor géneros en ese crisol mágico que el autor tenía para que el resultado fuera siempre, y aquí no caben apreciaciones sometidas a subjetividad, tremendamente sorprendente y estimulante.

Ambos epítetos se aplican sin ambages sobre esta historia que vierte sobre la mesa de mezclas ciencia-ficción, romance, fantasía, drama, relato de anticipación, viajes en el tiempo…y que, en la masa resultante, consigue que ninguno de los ingredientes termine aportando una nota amarga al sabor final. De hecho, es tanto lo que habría que poder avanzar sobre la trama del volumen para poder tener una idea muy concreta del mismo, que terminaríamos incurriendo en esos sonoros destripes de los que siempre huimos. Baste decir que la historia de Emiya, una rebelde y muy aguerrida joven, es, como suele pasar en Tezuka, una constante montaña rusa de emociones, eventos, giros inesperados —de verdad que lo del viaje en el tiempo no podíamos verlo venir ni a la legua…lo mismo que dónde y cuándo se desarrolla la acción—, personajes secundarios tanto o más atractivos que los centrales —algo especialmente aplicable en este caso por cuanto la protagonista es bastante arquetípica—, líneas argumentales que se plantean en un punto y se recogen cientos de páginas después en un acto de tremenda coherencia, ese humor que el mangaka llegó a destilar con tantísimo acierto y que se basa siempre en la reacción física de los personajes y en sus desencajados rostros ante situaciones absurdas…todo ello puesto en valor por un trazo del que ya no podemos decir nada nuevo y una narrativa que, llegados a este punto de su trayectoria —’Prime Rose’ se publica en 1983, seis años antes de su fallecimiento—, es simplemente perfecta en la capacidad que tiene para guiar la mirada del lector con una fluidez pasmosa sobre la página.

Quizás no sea su mejor lectura, que todos sabemos para qué títulos va destinado esa calificación, y puede que se hubiera podido recortar bastante de esas muchas páginas de que consta, pero ‘Prime Rose’ es un ejemplo maravilloso, divertido y condenadamente entretenido —es que es increíble ver pasar las 888 páginas delante de nuestra mirada mientras las devoramos con una velocidad pasmosa— de lo que Osamu Tezuka desarrolló en una trayectoria que no ha conocido igual en el mundo de la viñeta…y probablemente no lo conozca.

Prime Rose

  • Autores: Osamu Tezuka
  • Editorial: Planeta Cómic
  • Encuadernación:Cartoné
  • Páginas: 888 páginas
  • Precio: 45 euros
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‘Adolf’, la canción de los verdugos

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Pasearse por las estanterías de cualquier librería no especializada puede darnos la sensación al pasar por la sección de historia de que, al revisar la trayectoria de la humanidad, hay una laguna importante desde la Roma de los Césares hasta el inicio de la II Guerra Mundial, con honrosas excepciones como los templarios o la Revolución Rusa. Revisar la aproximación del manga a la historia occidental puede inspirarnos una sensación pareja al ver como este refleja cíclicamente un episodio clave para su historia más reciente y que ha dado pie a obras tan dispares como ‘Adashi no gen‘ (conocida en occidente como ‘Hiroshima‘), ‘Operación muerte‘ o, ya en el terreno de las fantasías alternativas, ‘Neun‘, con mucha más fuerza que otros hechos históricos. Por supuesto, el dios del manga, Osamu Tezuka, no podía quedar ajeno. Poco aficionado a los frescos históricos (aunque tampoco faltan en una carrera tan fecunda como la suya, pero quizás más vinculados a su dimensión de médico), sintiéndose más cómodo en tierras del fantástico, Tezuka apuesta por una historia entre la realidad y la invención que arranca con una frase que ya suena a clásico: «Esta es la historia se tres hombre llamados Adolf».

Pero más allá de estos tres tocayos, uno de los cuales es por supuesto Hitler, nuestro manga arranca con una trama digna del mejor cine negro y que a más de uno le recordará a las hitchcockiana ‘Alarma en el expreso‘ (aunque quizás a muchos más les suene esa revisión no reconocida que es ‘Plan de vuelo: desaparecida‘), con la historia de Sohei Toge, un corresponsal japonés en los juegos olímpicos del Berlin del 36 que se enfrenta a la repentina muerte de su hermano en extrañas circustancias, a lo que se suma la desaparición del cadáver y que, salvo en la embajada, nadie parece conocer su existencia. Aunque todas las pistas parece conducir a las garras del partido nazi.

Pero tras este intenso prólogo que consigue enganchar el lector la trama dará un giro pasando al otro lado del mundo, al propio Japón, para meternos, ahora sí, en la historia de los dos Adolf que restaban. Las cosas no resultan fáciles para dos niños cuyas familias no ven precisamente bien su amistad, ya que uno es hijo de una japonesa y un influyente diplomático nazi que planea enviarlo a una elitista academia de las juventudes hitlerianas mientras que la familia del otro, nacido y criado en Japón pero de padres europeos, es judía. Por suerte, niños como son, por el momento están lejos de conocer el alcance de la tragedia que comienza a engullir a Europa y está a punto de alcanzar a su país, pero este espejismo por supuesto no durará y las cosas se pondrán todavía más duras cuando entre en juego el que va a ser el auténtico Mcguffin de la historia: unos documentos que pueden hacer tambalearse toda la jerarquía del partido nazi. Serán estos los que harán que éstas tres vidas, la de Adolf Kaufmann, Adolf Kamil y Sohei Toge, que a pesar de no entrar en ese triunvirato patronímico es uno de los puntales de la narración, acaben cruzándose hasta un desenlace completamente inesperado varias décadas después en un escenario muy distinto.

Reseña de Adolf ed. Tankobon de Osamu Tezuka - Planeta Comic

‘Adolf’ podría considerarse fácilmente un cómic de espías, en el que no faltan persecuciones, peleas, agentes dobles y un largo etcétera de tópicos del género, creando un suspense que consigue mantener el interés del lector hasta su última viñeta. Pero este manga es sobre todo un drama histórico en que se suman personajes reales y ficticios. Presentando con toda su crudeza y realismo episodios como los bombardeos en territorio japonés o el ataque a Pearl Harbor que acabaría haciendo que EE.UU. se sumara a la contienda, ‘Adolf’ también nos muestra como afecta a la población civil el racionamiento y por supuesto el efecto del odio en el díaa día, poniendo a vecino contra vecino por unas ideas tan absurdas como sangrantes. Entre ellos destaca el retrato que Tezuka presenta de las juventudes hitlerianas que resulta simplemente aterrador, mostrando como se manipula a los jóvenes desde su más tierna infancia, con más palo que zanahoria, hasta convertirlos en asesinos al servicio del régimen, y esa sólo es una parte de todo un aluvión de ejecuciones, brutales interrogatorios y violaciones que nos llevan al lado más oscuro del ser humano.

Pero aunque el odio consume a más de un personaje, en un puro ‘ojo por ojo hasta que todo el mundo este ciego’ también hay recovecos para la esperanza. Para mantenerse fieles a los que uno quiere y a las propias creencias en la más dura adversidad, para encontrar el amor y formar una familia, para reconocer los errores, como ese personaje que se plantea que si se enseña a matar desde niño la raza humana se acabará extinguiendo, y por supuesto para que difundir la historia ayude a que está no se repita. Tezuka se revela como un humanista en el más puro sentido del término, que conoce al ser humano, con sus manchas y errores, pero no renuncia a encontrar una pizca de luz en su oscuridad.

Para contar una historia como esta, Tezuka saca lo mejor de su lápiz, en un ejercicio de absoluta madurez. Sin renunciar a un estilo ligeramente caricaturesco, plenamente reconocible aunque sus personajes exhiben un estilo capilar más realista que otros de sus héroes de fantasía, el mangaka muestra un mimo especial en la ambientación histórica, amén de una expresividad apabullante. Momentos como ese discurso de Adolf Hitler que a la par que aumenta la violencia de sus palabras se va volviéndo cada vez más grotesco (algo que también se aprecia en como va cambiando su dibujo a medida avanzan las páginas hasta convertirse prácticamente en una máscara), las pesadillas fruto del asesinato de un violinista judío que hace que su verdugo no pueda quitarse su composición de la cabeza o la escena de la violación en la que la víctima es triturada y absorbida por las mandíbulas de un monstruo son buena muestra del poder para la metáfora visual de su autor.

En el inmenso océano que es el manga ‘Adolf’ es tan magistral como, varias décadas después de su primera publicación, todavía necesaria. Cierto que algunos de sus episodios, en especial parte de su epílogo en medio del conflicto palestino-israelí, puede resultar controvertido, y que más de uno se sorprenda ante la introducción de elementos de humor en los momentos más dramáticos, como el gag del cuadro poco antes de la muerte de Hitler. Pero ‘Adolf’ se reafirma en esta nueva edición de lujo en dos tomos con estuche, la última de un título que ha aparecido prácticamente en todos los formatos, del tankobon en 5 volúmenes al tomo único, como una lectura imprescindible para cualquier amante del cómic, no ya sólo del manga o de la obra de Tezuka. En la línea de otras piezas clave del noveno arte como ‘Maus‘ o ‘Persépolis‘, solo que aquí restando el componente autobiográfico, ‘Adolf’ es una dura reflexión sobre el odio que genera más odio, de raíces cortas pero largas ramas, combinando con inteligencia elementos propios de la lectura de evasión y un drama de tal fuerza que consigue ahogar al lector como ahoga unos personajes que generan una peculiar empatía, aún cuando cuestionamos poderosamente sus decisiones en un espectro en el que no faltan figuras completamente malvadas o completamente positivas pero entre los que también encontramos una amplia franja de grises. Un manga que apela directamente al corazón, que duele e interroga, o, más fácil, en sólo dos palabras: una obra maestra.

Adolf

  • Autores: Osamu Tezuka
  • Editorial: Planeta Cómic
  • Encuadernación: 2 vols. cartoné
  • Páginas: 1264 páginas
  • Precio: 60 euros
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‘Vampires’, Tezuka en transición

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Planeta Cómic sigue enriqueciendo nuestras tebeotecas con la recopilación de la obra de Osamu Tezuka en tomos kanzenban de tapa dura, completando poco a poco, a golpe de «tocho», la obra de uno de los autores más destacados en la historia del manga y del cómic en general. Dentro de esta colección, es el turno ahora de ‘Vampires‘, un seinen de misterio y terror sobrenatural con contundentes 848 páginas que, no obstante, se leen con cierta agilidad. Es importante señalar que aquí, «vampires» no se refiere a los vampiros convencionales, sino que se traduce como «vampíricos», englobando a seres humanos capaces de transformarse en otras especies animales. Este conflicto es el motor de la trama que urde Tezuka a lo largo de un volumen cuanto menos, curioso.

Toppei, el joven protagonista, parte de su pueblo hacia Tokio con el sueño de convertirse en mangaka. Su destino lo lleva a Mushi Production, donde se encuentra con el mismísimo Osamu Tezuka, quien se convierte en un personaje relevante de la acción para ayudar al protagonista y plantear juegos y guiños metatextuales, sin que la inclusión de los mismos afecte el tono oscuro y dramático que la historia atesora en no pocas ocasiones.

‘Vampires’ se presenta además como una obra de transición entre el Tezuka creador de aventuras, como ‘Astroboy‘ o ‘La princesa caballero‘, y el autor de relatos más adultos como ‘MW‘ o la magistral ‘Adolf‘. A través de la peculiar naturaleza de los vampíricos, el autor explora temas como la discriminación, la pertinencia de las leyes sociales y la libertad individual, transitando el tono de las páginas entre el thriller criminal y el terror. Se percibe asimismo un claro deseo del mangaka de experimentar con fondo y forma, abordando géneros variados y mostrando capítulos que van desde leyendas folclóricas japonesas hasta escenas que parecen sacadas de un musical de Disney (sic).

Aunque no nos atreveríamos a clasificarla entre las obras imprescindibles de Tezuka, ‘Vampires’ ofrece una lectura estimable que gana interés a medida que nos sumergimos en su trama y, en esa cualidad transitoria entre etapas del artista nipón, aporta un valor fundamental para comprender e ilustrar la evolución del propio Tezuka como autor. Con su cuidada edición en tapa dura, Planeta sigue brindándonos la oportunidad de explorar y apreciar la riqueza de la obra de este maestro del manga. Que así sea por mucho más tiempo.

Vampires

  • Autores: Osamu Tezuka
  • Editorial: Planeta Cómic
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 848 páginas
  • Precio: 45 euros
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